
Hacía ver que desde el inicio, la palabra sirvió para dar una explicación a los fenómenos de la naturaleza. Los dioses tenían un nombre, a través del mythos se buscaba una razón a los hechos.
La historia y las narraciones de algunos episodios mitológicos ponen en evidencia cómo la palabra siempre ha estado en estrecha relación con la razón. Del mito al epos, a la literatura y a la poesía, el lenguaje siempre se muestra como síntoma de ingenio, como lo demuestra el encuentro de Ulises con Polifemo, donde el primero con astucia tiende una trampa a su gigante oponente. El logos se pone como promesa de los dioses a Ulises para volver a casa. Y es que Razón y fe son dos caras de la misma moneda. También llegó al mundo greco-romano la religión de Oriente, donde el verbo, la palabra por excelencia, se presenta como respuesta concreta a la necesidad de conocimiento pleno: “verbum caro factum est”, la palabra se hizo carne. Las palabras se volvieron experiencia, una explicación de vida. Desde siempre, la palabra creadora ha estado en el misterio último de todo. El profesor Serrano explicó que “las influencias de otras culturas posibilitan nuevos diálogos y hacen que occidente comience a plantearse nuevos retos y nuevas formas de ver la vida. Algunos consideran que éste es el paso del mito al logos, del pensamiento primitivo al pensamiento racional”.
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