Reportaje de Giorgio Fornoni
Las armas de destrucción masiva pueden ser de varios tipos. En Rusia, durante la guerra fría, se construyeron submarinos nucleares que ahora están abandonados en lugares secretos del Ártico y del Pacífico, transformados en desechos contaminados que nadie sabe cómo destruir. Rusia abandonó 183 submarinos nucleares y desarmar este arsenal es una cuestión ambiental planetaria, pero no tiene el dinero para hacerlo ni el rigor moral para controlar todo lo que ha producido en ochenta años. Una señora en una entrevista dijo: “Las armas dan miedo a todos pero en aquel entonces esperábamos que nos defendieran”.Otro tipo de armas, más pequeñas pero más peligrosas son las armas químicas y biológicas. Las armas químicas están reunidas en arsenales bien identificados; en cambio las biológicas, a pesar de haber sido vedadas hace treinta años, son una amenaza invisible e incontrolable porque muchas veces su origen es de tipo natural. Hoy la humanidad es dueña de la química y fácilmente puede crear sustancias en el laboratorio, como aconteció en Japón, el 20 de marzo de 1995, fecha en que se dio un ataque bioquímico, al esparcir Sar en un metro de Tokio.Respecto a estas armas, existe una diferencia entre ellas: mientras las nucleares son armas de entretenimiento, es decir, si me atacas, me defiendo; las biológicas y químicas son políticas porque se prestan a juegos políticos, te amenazo o te ocupo porque tengo éstas armas.
15 de octubre de 2009
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